¿Amor o dependencia?

Cuando entramos en una espiral de dependencia, solemos situarnos por debajo de la otra persona: suele ser evidente el desequilibrio de poder entre los miembros de la pareja y es común que pasemos a un estado de sumisión que nos hace incluso temer la perdida de nuestra propia identidad.

Si pensamos en el significado de la palabra dependencia, podemos hacer un ejercicio simple al separar sus componentes: de-pender. Si buscamos el significado de la segunda palabra, podemos dibujar una imagen de lo que tenemos en frente cuando la asociamos a una relación: la dependencia representa que NECESITAMOS algo del otro para sobrevivir en esa relación, al igual que cuando un recién nacido necesita a su madre, es una dependencia física, natural y que deja de serlo al cabo de los años. Basándonos en estos principios, cuando estamos en una relación de pareja que es dependiente, es probablemente porque basamos dicha relación en una necesidad, lo que a su vez se sostiene en la idea de la carencia. Esa carencia no debe ser corregida a partir de la pareja, ya que es mucho mejor definirla y compensarla de una manera saludable. Una relación de pareja sana no se basa en necesitar al otro, sino en preferirlo. Cuando entramos en una espiral de dependencia, solemos situarnos por debajo de la otra persona: suele ser evidente el desequilibrio de poder entre los miembros de la pareja y es común que pasemos a un estado de sumisión que nos hace incluso temer la perdida de nuestra propia identidad. Estos son algunos de los indicadores de las relaciones de dependencia, en general:
  • Búsqueda continua de relaciones de pareja.
  • Deseo insaciable de estar con la otra persona.
  • Tendencia a planificar la vida y el futuro en base a los proyectos de la otra persona, llegando a renunciar a nuestros propios proyectos.
  • Sensación de que no se funciona igual sin esa persona: no hay felicidad, seguridad ni sentido vital.
  • Falta de respuesta ante la vulneración de los propios principios por parte del otro: perdemos la dignidad y el auto-gobierno.
  • Subordinación a la pareja.
  • Baja autoestima.
  • Excesivo miedo a la ruptura.
  • Deseo continuo de agradar al otro.
  • Tendencia a priorizar al otro por delante de uno mismo.
Aunque no todas las relaciones de dependencia desembocan en maltrato, estas siempre siempre suponen malestar para las personas que la sufren. El miedo constante a perder el vínculo con la pareja hace que la persona desarrolle una “personalidad” ficticia, desde la que se condiciona todo lo que hace en función de la forma en la que influye en su pareja. Las consecuencias llegan al punto en que se deja de disfrutar de las cosas que realmente nos hacen felices, perdiendo la identidad y olvidándose de quiénes somos realmente. Desde el punto de visa de la psicología, los objetivos terapéuticos a nivel general van en la línea de recuperar la propia identidad, la autoestima, la dignidad y aprender a poner límites, entre otros. Por otro lado, estos son los indicadores de una relación saludable de pareja, en general:
  • Respeto mútuo.
  • Reconocimiento del otro.
  • Empatía.
  • Compartir ideales, aficiones y gustos que alimentan el enriquecimiento mutuo.
  • Cuidado desinteresado por el otro.
  • Voluntad para llegar a un acuerdo por ambas partes cuando no coincidan.
  • Nadie está por debajo o por encima.
  • Intercambio de opiniones y pensamientos: libertad de expresión mutua.
  • Autoestima propia. Es un elemento esencial para que se forme una relación de pareja saludable.
En las relaciones no se trata de darlo todo, se trata de que sea un intercambio recíproco y en proporción. Si lo damos todo y sin proporción, corremos el riesgo de quedarmos sin nada. Conocernos mejor nos ayuda a tener opciones más saludables.  Montse Pascual Roigé

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