¿Cómo elegimos a nuestra pareja?

Los humanos generamos permanentemente vínculos que sostienen nuestra condición de seres sociales. Entre estos vínculos, uno de los más importantes es definitivamente el de la pareja.

Los humanos generamos permanentemente vínculos que sostienen nuestra condición de seres sociales. Entre estos vínculos, uno de los más importantes es definitivamente el de la pareja ya que, quitando a nuestra familia, a la que además no escogemos, la persona que conforma la otra mitad del tándem es la receptora de una atención muy intensa y diferenciada. Pero, ¿cómo se genera este sistema relacional? ¿Qué es lo que está detrás de toda esta trama emocional? Para ayudar a responder a esta pregunta, los psicólogos tenemos claro que es necesario girar la mirada hacia los orígenes de la persona, esto es hacia sus vínculos familiares. Sin duda, la familia es el origen y el escenario en que se forman todas nuestras emociones, particularmente aquellas más básicas e importantes como suelen ser el apego personal, y más concretamente la forma de expresarlo y merecerlo. De hecho, dentro del ambiente familiar comienza el desarrollo de un elemento clave: el manejo de las emociones. Este manejo se construye desde muy temprana edad y a partir del esfuerzo que se realiza para entender y forjar una realidad que tenga sentido. Esto se logra primero desde el ejemplo que recibimos de parte de nuestros progenitores o cuidadores y desde la forma en la que éstos ven el mundo que nos rodea. Esta es la primera base para comprender el mundo, algo que luego va tomando los matices de individualidad que nos define y nos hace seres únicos, a pesar de lo cual está claro que las formas de amar y proteger al ser amado, son el resultado de la “imitación” infantil que permanece más o menos inalterada hasta la adultez.   Así, mientras mejor nos conozcamos, mientras más capaces seamos de reconocer los valores y los rasgos que nos dibujan; mucho más fácil será entender qué es aquello que queremos y buscamos en una pareja. Hacer esto, no obstante, no significa realizar un acto “mágico”, pues la complejidad del ser humano nos pone siempre a prueba, más si pensamos que las facetas que definen a una persona suelen ser amplias y cambiantes a lo largo de la vida. Si somos capaces entonces de reconocer que vivimos en permanente cambio, esto significa que debemos hacer esfuerzos, igualmente permanentes, por entendernos más aún cuando se trata de escoger a la persona que queremos a nuestro lado. Entonces, volviendo al principio, ¿cómo elegimos nuestra pareja? Pues  lo hacemos intentando resaltar en la otra persona aquello que identificamos porque nos resulta familiar. Buscamos lo que nos es cercano y lo que podemos, por ende, comprender. Recordemos que todo empieza y termina en lo mismo, es decir en uno mismo. Dejo este vídeo que profundiza un poco más en el tema: Ramón Carrillo

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