¿Cuándo acudir a un psicólogo?

La escasez de reflexión y de análisis es la enfermedad más extendida en la sociedad occidental. El síntoma más frecuente suele ser vivir con el “piloto automático” encendido, ocupándonos de nuestros deberes y tareas y desconectando la mente después para coger fuerzas para el día siguiente.

¿Cuándo fue la última vez que tuviste un momento sólo para ti? Desgraciadamente, hoy en día nos vemos obligados a hacer malabares para poder encontrar un rato a lo largo de la semana para nosotros (incluso a lo largo del mes). El trabajo, los estudios, la familia, las obligaciones y demás responsabilidades acaparan nuestro tiempo de una forma casi total. Y yo me pregunto: ¿cuándo reflexionamos? ¿En qué momento nos escuchamos?  La escasez de reflexión y de análisis es la enfermedad más extendida en la sociedad occidental. El síntoma más frecuente suele ser vivir con el “piloto automático” encendido, ocupándonos de nuestros deberes y tareas y desconectando la mente después para coger fuerzas para el día siguiente. De hecho, hoy en día resulta una odisea incluso enfermarse y dedicar unos días para realizar el reposo oportuno. A todo lo anterior, se ha de sumar la actitud con la que las personas suelen enfocar su día a día: la del aguante. La idea de aguantar se asocia fácilmente con el hecho de ser una persona fuerte y luchadora, siendo una actitud muy reforzada y valorada por las personas y por la sociedad en general. Pero en este punto cabe preguntarse: ¿hasta cuándo aguantar?  La idea de aguantar suele ser bastante incompatible con el hecho de pedir ayuda. Muchas personas que acuden al psicólogo lo hacen con un enorme sufrimiento acumulado durante mucho tiempo, es decir, acuden tras haber aguantado lo máximo posible. Si bien es cierto que el hecho de luchar y de intentar salir adelante por uno mismo está bien, aguantar hasta que uno toque fondo no es una buena fórmula. El sufrimiento acumulado es sufrimiento innecesario y evitable. Siguiendo esta línea, ¿cuándo se ha de acudir a un psicólogo? La decisión de ir al psicólogo es muy personal y ha de valorarla la propia persona. Requiere un proceso de reflexión y de honestidad con uno mismo, aceptando que es necesario romper con la dinámica del aguante y pedir ayuda. Existe el mito de que las personas que van al psicólogo son débiles porque no han sido capaces de solucionar por sí mismos su situación, pero en realidad no existe mayor acto de valentía. Ir al psicólogo supone tener el coraje de hacer frente a nuestros miedos y temores más profundos y afrontarlos con osadía. Supone ser una persona intrépida y sumirse en el océano del autoconocimiento, un océano muy vasto que suele despertar cierto respeto y temor. Supone tener las ganas y la motivación de salir adelante y de alcanzar una vida más plena y feliz.  A la pregunta “¿quién debe ir al psicólogo?” la respuesta sería: cualquier persona que quiera mejorar su calidad de vida, adquirir recursos que le ayuden a afrontar las dificultades de forma más adaptativa y conocerse con mayor profundidad. En definitiva, cualquier persona que quiera sentirse mejor. A la pregunta “¿cuándo acudir?” la respuesta sería: cuando quieras tener un espacio para ti para poder reflexionar y afrontar con ayuda las cuestiones que te preocupan y que te gustaría cambiar.  En conclusión, cualquier momento es bueno para mejorar tu vida. ¿Por qué no ahora? Vanesa Castellanos

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