Decimos que una persona está deprimida cuando se observan síntomas que pueden ser de distinto tipo (afectivos, corporales, de falta de ánimo, afectaciones al aprendizaje y de conducta), los cuales pueden dejar a la personas parcial o totalmente incapacitadas. La gravedad de la depresión depende del tipo e intensidad de los síntomas que se presenten, además de las consecuencias que éstos tengan en la vida de cada uno.
Debemos considerar que en una persona deprimida predomina sobre todo el estado de ánimo depresivo, lo que se traduce en la pérdida de interés y el placer por lo que les rodea. De hecho, los trastornos mentales son la segunda causa de baja por incapacidad temporal, y la depresión, junto a la ansiedad, representan un 70% de las causas. Por esta razón, no podemos obviar que la depresión genera mucho sufrimiento a la persona que la padece y que se requiere psicoterapia y, en algunos casos medicación, para poder salir de ella. Por este motivo, es justo que se le dé la importancia que se merece.
Pensando en el desempeño laboral, es evidente que afectaciones como la tristeza profunda, la pérdida generalizada de interés (anhedonia), el insomnio o el exceso de somnolencia (hipersomnia), la apatía, entre otras, hacen difícil cumplir con las exigencias y la presión que supone un trabajo. Cumplir con el deber se complica más si ello implica relacionarse con otras personas, generalmente de poca confianza aunque de trato cordial, pero con quienes no es fácil exteriorizar lo que a uno le está sucediendo.
Es normal que no se quiera asumir el riesgo de sentirse incomprendido y juzgado. Es normal que se teman respuestas y reacciones no deseadas ante el absentismo laboral, la jubilación anticipada y, sobre todo, la baja o incapacitación por este motivo. Por eso, entre otras razones, muchas personas optan por no solicitar ayuda aun sabiendo que algo no está yendo bien, ya que es difícil comprender algo que no se ha vivido en primera persona o en alguien cercano. Esto explica que la reacción externa más común sea la de creer que es una invención o una exageración ideada por la propia persona con el fin de beneficiarse económicamente sin trabajar.
Ante la dificultad de objetivar lo que le ocurre a una persona deprimida, es común la presencia de duda y la incredulidad en el resto del entorno. Sin embargo, las estadísticas muestran que es una realidad, tanto que afecta a 1 de cada 10 personas al año, con perspectiva de ser, según la OMS, la segunda causa de discapacidad en el mundo en el año 2020. De estas cifras radica la necesidad de aumentar la conciencia sobre qué es la depresión y cuáles pueden ser sus consecuencias antes de sacar conclusiones adelantadas. El rechazo y el señalamiento hacia una persona con depresión dificulta su reinserción laboral y puede empeorar y alargar el proceso de recuperación.
Es interesante también preguntarse qué está en las manos de los directivos y personal para impedir que esto suceda, o cómo reaccionar en caso de que la situación sea inevitable. A veces el estrés, la presión, la dinámica en el entorno laboral, la competitividad, las relaciones sociales o incluso no sentirse suficientemente valorado y reconocido por los compañeros y superiores, puede influir en el estado de ánimo de las personas. La frustración generalmente cuesta de tolerar; cuando ésta se une a circunstancias externas y personales desfavorables, no es de extrañar que la persona pueda desencadenar una depresión. No es mala opción entonces, potenciar la conciencia preventiva y animar al personal a buscar ayuda cuando se precise de ella, porque la salud es el motor de nuestras vidas.
Ariadna Refusta
Depresión y trabajo, dos asuntos muy serios
Los trastornos mentales son la segunda causa de baja por incapacidad temporal, y la depresión, junto a la ansiedad, representan un 70% de las causas.