Puede que muchas personas piensen que la terapia familiar es un tipo de enfoque adecuado para tratar conflictos dentro de la familia, desajustes en la pareja, quizás una pérdida o el comportamiento preocupante de un hijo. Sin embargo la ansiedad tiende a identificarse con algo más individual, algo que me pasa a mí, como si no tuviera conexión con el mundo externo. ¿Por qué entonces trabajar con toda la familia?
Recuerdo que hace tiempo leí un artículo en la prensa que, a pesar de la crudeza de los casos que exponía, hacía un elogio a la familia y afirmaba: “lo que fue nuestra infancia (nuestra familia) influye decisivamente en lo que somos”.
En nuestra familia nos construimos como persona, es nuestro primer referente y la base a partir de la que comenzar a experimentar el mundo. No es que la terapia familiar tenga sentido para tratar situaciones relacionales, es que todo lo que somos, cómo nos sentimos, es relacional.
Es por esto por lo que la familia es una puerta de entrada privilegiada para abordar el malestar de uno de los miembros. Sabemos que la ansiedad puede aparecer en muchas circunstancias; en ocasiones le atribuimos una causa (situación en el trabajo, separación, etc.) y en otras ocasiones la sensación es más difusa, más “interna” quizás.
En terapia se hace posible una visión más global de cuáles son nuestras dinámicas de relación, cómo afrontamos las diferentes situaciones y cuáles son nuestros miedos. Pero sobre todo la familia juega un papel fundamental en la provisión de seguridad.
La terapia familiar supone una aproximación respetuosa al mundo íntimo del sistema familiar. Con su participación en el proceso este sistema puede encontrar elementos nuevos con los que cambiar la mirada, ser valorado y valorar al otro, adaptarse a un nuevo momento en el ciclo vital de los padres o de los hijos.
Laila Aljende
Familia, terapia y ansiedad: un enfoque relacional
No es que la terapia familiar tenga sentido para tratar situaciones relacionales, es que todo lo que somos, cómo nos sentimos, es relacional.