La ansiedad: ¿por qué nos causa tanto sufrimiento?

La ansiedad es un mecanismo de defensa con una importante función adaptativa: nos alerta que algo no está yendo bien y nos moviliza ante situaciones amenazantes de un peligro inminente. ¿Por qué nos causa tanto sufrimiento?

La mayoría de las personas que padecen ansiedad, toma algún tipo de fármaco para dormir, relajarse, o simplemente para esos días “de bajón”. No son trastornos graves pero sí interfieren en nuestra cotidianidad, y a veces esto puede llegar a ser muy molesto. Se cree que la medicación nos curará pero la realidad es que no es del todo cierto. La medicación es un recurso más que nos ayuda a combatir los síntomas más superficiales, sirven como un apoyo para desactivar alguna de las alarmas que nuestro cuerpo activa cuando detecta una amenaza.
Si hacemos de los fármacos un habitual en nuestras vidas, estos se harán imprescindibles para nuestro cuerpo y cada vez necesitaremos más dosis para que resulten efectivos.

La ansiedad es un mecanismo de defensa con una importante función adaptativa: nos alerta  que algo no está yendo bien y nos moviliza ante situaciones amenazantes de un peligro inminente. ¿Por qué nos causa tanto sufrimiento? Nuestras preocupaciones ya no son la amenaza de un depredador al que podemos ver, sino que aquello que nos preocupa es propio al ritmo de vida frenético en el que vivimos actualmente. Nos preocupamos por nuestro futuro, por el de nuestros hermanos, padres o hijos…

La incertidumbre que nos genera el futuro lleva a plantearnos muchas cuestiones que hacen rumiar constantemente a nuestra mente. ¿Y si…(no apruebo el examen, no llego a los plazos acordados, me enfermo, etc.)?, y así un sinfín de pensamientos negativos que nos generan las consecuencias de ese posible suceso. He aquí el quid de la cuestión: nos anticipamos a una situación que aún no se ha producido o, en ocasiones, hay poca probabilidad de que se produzca.

Así es cuando uno entra en la “cuadratura del círculo”: la tensión que se establece entre la incertidumbre y el miedo no se resuelve y nos sentimos atrapados. En estos casos, solemos recurrir a lo que nos resulta más fácil: tomarnos un Diazepam para aliviar esa sensación de angustia y ansiedad a un nivel más físico, pues el fármaco resulta un parche sintomático, pero no es efectivo si cada vez que nos sentimos ansiosos, anticipándonos a una “catástrofe subjetiva”, no nos escuchamos a nosotros mismos para hacer frente a nuestros miedos.

Es cierto, este ejercicio de escucha a uno mismo no resulta nada fácil. Y menos cuando nos sentimos en un callejón sin salida, ya que seguramente cuando empecemos a destapar poco a poco lo que nos da pavor, probablemente esa sensación de “catástrofe subjetiva” sea mayor. No obstante, con la ayuda psicológica de un profesional, puedes conocerte a ti mismo e incluso descubrir que tienes muchos más recursos personales de los que creías.  Aquel que se conoce bien, tiene la mitad de la batalla ganada a las emociones y a los pensamientos que lo desestabilizan. Pero además, deberá conocer lo mejor posible a su enemigo y saber qué armas dispone para combatirlo. Una manera de pedir refuerzos en esta "batalla" sería a los demás miembros de la familia. En ciertas ocasiones ir acompañado en la lucha es aconsejable, por lo que la terapia familiar se engrana muy bien en ciertos momentos de la contienda. Además, si no puede la familia la pareja es un buen aliado. 

Irene Soler

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