Las píldoras mentales no existen

Yo sigo pensando que lo particular que tiene un proceso de cambio, en lo fundamental, está en respetar la individualidad de la persona considerándola in extremis en lo que es su visión personal de la vida.

Supongamos que nos sentimos terriblemente mal, un dolor no identificado, un malestar general, un desgano por vivir. Lo que más deseamos es que se vaya lo más rápido posible para recobrar nuestra vida como solía estar antes de sentirnos así. Resultaría muy bueno y milagroso que nos sintamos bien de la noche a la mañana y que nada haya pasado, sería muy bueno la verdad. Los psicólogos nos enfrentamos a un duro trabajo cuando estamos preparándonos constantemente para dar frente a esos malestares y ayudar de la mejor manera a que el bienestar de las personas pueda retornar, y la mayoría de las veces las variables que “miden” esa eficacia son tiempo y resultados. Y siendo sincero, yo personalmente estoy de acuerdo pero pondría una más y en letras grandes “CADA TIEMPO Y CADA RESULTADO DEPENDE DE LA PERSONA” es decir, es un proceso totalmente subjetivo y personal. Aunque nos desgastemos en leer y pensar en todas las investigaciones que reflejen la eficacia, creo que no llegan a suponer en líneas cotidianas, lo que es la mejoría en si, ya que supone una distancia a lo espontáneo y singular de la terapia. Un libro de autoayuda en tal caso, una guía general obviando al lector. Yo sigo pensando que lo particular que tiene un proceso de cambio, en lo fundamental, está en respetar la individualidad de la persona considerándola in extremis en lo que es su visión personal de la vida. Es sumamente importante considerar la historia de una persona en este mundo, esto la hizo, la hace y la está haciendo. Esto no supone una pasividad por parte del terapeuta, sino todo lo contrario, sería un dinamizador permanente de la conversación para que puedan surgir opciones que aun no están contempladas con la persona que más se conoce que es uno mismo. Esto implica un proceso curioso, donde lo que surge a veces se cruza con el tiempo y vienen la sensación y el pensamiento de que la conversación es algo inútil, pues en los tiempos que corren se relega la conversación a un acto casi secundario en lo que supone la relación humana y nos olvidamos que la conversación es casi tan necesaria como respirar, y luego además se requiere inmediatez, clicks ipso factos a la solución. Así que cuando comenzamos el proceso de buscar soluciones contra el mal que acecha, a veces, cuando no podemos encontrar ya la solución vienen a colación las “píldoras mentales” aquellas que su elemento concentrado es el “¿dígame qué hago?” “quiero pautas y una guía” o sino directamente “quíteme esto” o a veces aun tercero “cambie a mi hijo”…y yo no soy partidario del solucionador ipso facto, sino el de conspirador en conjunto. Quiero permitirme respetar la singularidad del momento, la particularidad de la persona e intentar con toda mi capacidad, generar una historia que pueda realmente ser diferente a la que vive el paciente, una historia no vivida que puede, en principio, comenzar en ser contada y luego vivida. Una historia singularmente propia!  Mejor un proceso que construye cosas que un resultado que ni si quiera es hablado y compartido. Mejor un camino con bajadas y subidas que uno recto, corto y no duradero. Ramón Carrillo 

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