La relación de pareja es uno de los vínculos más especiales y complejos que existen. En poco tiempo, una persona que hasta hace relativamente poco ni sabíamos que existía, se convierte en alguien fundamental en nuestras vidas. Al fin y al cabo, nuestra pareja es la familia que nosotros elegimos. Raramente nos percatamos de lo complejo que es este proceso. Para empezar, ha de haber reciprocidad, es decir, no basta con elegir a alguien sino que ese alguien tiene que elegirnos a nosotros también. Después, ambas partes han de acomodarse mutuamente y han de ir construyendo una vida en común.
La persona “candidata” a ser nuestra pareja suele aparecer de forma inesperada, por casualidad. Pero si bien es cierto que el comienzo de una relación suele parecer bastante fortuito, lo cierto es que cada miembro decide hacerlo. Y esa decisión va a depender de nuestras circunstancias y, especialmente, de nuestra historia y de nuestra manera de ver el mundo, a los demás y a nosotros mismos.
Resulta obvio que la decisión de tener una relación con una persona en particular va a estar determinada por multitud de factores personales (valores, creencias, necesidades, etc.). Pero es cierto que aun tomando la decisión y poniendo todo de nuestra parte, puede que la relación no funcione como esperamos o como nos gustaría. Cuando surgen las crisis, los miembros de la pareja intentan solucionarlas como saben y pueden, pero en muchas ocasiones esto no es suficiente. En estos casos, la terapia de pareja es un recurso excelente.
Los beneficios de la terapia de pareja son numerosos: mejora la comunicación, proporciona herramientas para resolver los conflictos de forma adecuada, mejora la convivencia, etc. Se puede observar que todos estos beneficios están asociados a la pareja. ¿Pero qué sucede a nivel individual? ¿Se producen beneficios también? La respuesta es: “Sí, indudablemente”. La terapia de pareja produce cambios no sólo a nivel de la pareja sino también, y no menos importante, a nivel individual. Al fin y al cabo, ¿qué es una pareja sino dos individuos que permanecen juntos?
Pocas personas al inicio de la terapia de pareja son conscientes de lo que ésta les va a aportar a nivel individual. La terapia requiere conocimiento y comprensión del otro y de uno mismo. Entender por qué el otro se comporta de una forma es importante, pero para ello es fundamental entender por qué uno mismo actúa de una forma y no de otra. Es decir, en toda terapia de pareja ha de darse un proceso de autoconocimiento para que ésta funcione. Y conocerse a uno mismo no sólo repercute de forma positiva en nuestra relación, sino en todos los aspectos de nuestra vida.
Esta cuestión choca con una idea con la que, con frecuencia, uno de los miembros de la pareja -a veces ambos- acude a la primera sesión: “el problema lo tiene él/ella”. Ese pensamiento suele ser bastante erróneo, dado que la pareja ha de concebirse en constante interacción y ambos miembros influyen en el otro inevitablemente. De este modo, no tiene sentido señalar un culpable sino conocer cuál es la dinámica que existe en la relación, cómo repercute cada miembro en ésta y cómo poder modificarla. Como he dicho más arriba, conocer y comprender tanto al otro como a uno mismo es fundamental para que la relación mejore.
Por lo tanto, la terapia de pareja no sólo produce beneficios en la relación sino también en cada individuo, poniendo al alcance de la mano la posibilidad de tener una vida más plena y feliz.
Vanesa Castellanos
Los beneficios de la terapia de pareja
La relación de pareja es uno de los vínculos más especiales y complejos que existen. En poco tiempo, una persona que hasta hace relativamente poco ni sabíamos que existía, se convierte en alguien fundamental en nuestras vidas. Al fin y al cabo, nuestra pareja es la familia que nosotros elegimos.