Los niños se enteran de todo

Si eres padre o madre, si sois una pareja que está pasando un momento difícil, es momento de buscar ayuda. No intentes “ocultar” el malestar y aguantar hasta las últimas consecuencias, es mejor actuar lo antes posible para que todas las partes involucradas, directa o indirectamente, puedan hacer su parte

Las razones para que una pareja acuda a consulta son muchas y muy variadas: una separación inminente, una transición incómoda, desgaste en la relación, entre otras. Si a esta problemática, añadimos la condición de padres, es común escuchar la frase siguiente: “los niños no se enteran, son pequeños y además, no hablamos con ellos enfrente”. Es perfectamente normal que una pareja pretenda quitarle hierro al asunto para evitar extender sus problemas directos a los chicos pero ¿en serio creen que no se dan cuenta de nada? Como humanos, nacemos con unas facultades que nos permiten aprender de nuestro entorno y nuestro cerebro es una impresionante máquina de adaptación, al que lo único que le importa es asegurar nuestra supervivencia. Estos mecanismos están activos desde que somos unas criaturas indefensas y trabajan para que podamos percibir nuestro entorno y calificarlo como amigable u hostil, relajado o tenso, seguro o inseguro. Todo esto mediante un ejercicio mental y emocional que funciona desde el primer día de nacidos. Esta habilidad para absorber el clima emocional es simplemente impresionante y se expresa en comportamientos que podrían parecer rudimentarios. A medida que crecemos, vamos mejorando esta capacidad innata, lo que hace que seamos capaces de percibir los matices que componen las relaciones humanas. Así, aún siendo jóvenes podemos notar el ambiente enrarecido de una casa en donde las cosas no van del todo bien, los cambios de humor de quienes nos rodean o las ausencias que se expresan más allá de lo físico. Hacemos esto en parte desde nuestros instintos, herederos de una larga cola evolutiva que nos ayuda a adaptarnos a nuestro entorno moderno. Así que padres, escuchad con atención: los niños sí que se enteran; de hecho, se enteran de todo. A lo mejor no lo hacen desde el plano verbal, tal como los adultos, pero absorben lo que ocurre a partir de esta sensibilidad instintiva. Si el ambiente hostil se hace crónico, es común que los niños desarrollen mecanismos para aprender a estar en medios así, lo que a su vez aflora en forma de síntomas infantiles como la ansiedad a través de la enuresis (mojar la cama hasta muy tarde), terrores nocturnos, tics nerviosos, llantos sin razón, pataletas, gritos, actitudes desafiantes, entre otros. Estas reacciones tienen origen por tanto en el entorno en el que se desarrollan los chicos y pueden servir como una especie de alarma que evidencia una situación más compleja, no tan relacionada con un problema de comportamiento sino con el ambiente familiar.  Si eres padre o madre, si sois una pareja que está pasando un momento difícil, es momento de buscar ayuda. No intentes “ocultar” el malestar y aguantar hasta las últimas consecuencias, es mejor actuar lo antes posible para que todas las partes involucradas, directa o indirectamente, puedan hacer su parte. Muchas veces, es mejor pasar el mal trago de afrontar el problema abiertamente que hacer malabarismos inútiles. Mientras más pronto se hable de lo que está pasando, más fácil será para los niños sobrellevar la situación. El trauma en el niño no es saber que sus padres se separan en un momento dado, ya que esta es una situación que se puede subsanar poco a poco hasta solucionarla. El trauma se origina cuando no se hace nada y se obvia el problema pensando que “no se enteran” y “aquí no pasa nada”, pues sí que se enteran y sí que están pasando cosas. J. Ramón Carrillo

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