La modernidad ha sido y es el resultado de un largo devenir histórico, con presencia tanto de elementos de continuidad como de ruptura.
En esta modernidad líquida se han generado muchos cambios que han comportado una serie de crisis para el sistema, el cual se han creado “nuevas costumbres” y maneras de vivir. Hoy en día está todo a nuestro alcance de manera instantánea e inmediata, existe comodidad frente a las nuevas tecnologías. Pues han supuesto una revolución en todo el mundo y cómo seres humanos hemos sabido explotarlas al máximo hasta no saber donde están los límites.
La efectividad de las nuevas tecnologías es tal, que nos impacienta tener que esperar a que llegue aquello que queremos, y con ello que disminuya el deseo de tenerlo. Existe una satisfacción instantánea, pues las novedades tanto tecnológicas, alimentarias, etc., vienen con un tiempo límite de satisfacción y deseo frente al producto, a lo que tiene un corto tiempo de vida, así poderlo sustituir por otro más novedoso.
La revolución de las redes sociales también tiene mucho que ver en este aspecto. Muchos son los casos que vemos en nuestra consulta en cuanto a discusiones en la pareja o entre amigos que, en ocasiones, derivan a conflictos más serios. Pues Nos genera obsesión e impaciencia el ver que nuestro interlocutor no nos contesta al Whatsapp que hemos enviado. La impaciencia puede llevar consecuencias tanto económicas, personales (estrés, ansiedad, hipertensión…), familiares (poco tiempo para los hijos, la pareja…) alimentarias (obesidad, bulimia…).
El tiempo ha pasado a ser un concepto totalmente inadvertido, pues hay que aprovechar y sacar provecho al máximo cargándolo de actividades. Se han ido creando una serie de necesidades superfluas por falta de tiempo e impaciencia.
Hoy en día el tiempo es puro trámite, como un producto novedoso que nos satisface durante un período de tiempo y tiene un único uso, de igual manera ocurre con la educación y el conocimiento. Estudiamos para poder trabajar de aquello que nos gusta, pero no vamos reservando el conocimiento que se adquiere mediante la escuela obligatoria y parece no haber inquietud por lo que puede haber más allá de lo básico que nos enseñan en las escuelas, institutos, universidades… Por lo tanto se puede considerar como mercancía de mercado, un producto el cual pierde valor rápidamente.
Aunque se crea una obviedad, tenemos que aprender a mantener un equilibrio dentro de esta vida acelerada y hacerla más lenta en aquellos ámbitos que requieren más tiempos, por ejemplo, la familia, la pareja, los amigos, los hijos... Esta no es una fórmula mágica, ya que es algo que todos conocemos y que se damos por evidente, pero es como esa piedra donde muchos tropiezan porque no la vieron.
Irene Soler