“Mi vida no tiene sentido” es una frase que se suele escuchar con mucha frecuencia en terapia. Son sólo cinco palabras, pero tienen un significado tan relevante que requieren una reflexión y actuar en consecuencia. Para mí, la definición del sentido de la vida queda resumida en esta frase de Nietzsche: "Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.". Efectivamente, el sentido de la vida se traduce en un propósito, en un porqué.
El sentido que le damos a nuestra vida está fielmente relacionado con nuestros valores. Y bien, ¿qué son los valores? Son todo aquello que en realidad te importa, aquello por lo que se rige tu vida. Algunos ejemplos podrían ser: amor, honestidad, lealtad, respeto, libertad, etc.
¿Alguna vez te has planteado cuáles son tus valores? Todos los tenemos. El hecho de no ser capaces en este preciso momento de responder a esta pregunta significa que, simplemente, no nos hemos parado a pensar en ello. Los valores guían nuestra vida y, por lo tanto, nuestro comportamiento. Si somos capaces de vivirlos plenamente nos estaremos honrando sin engañarnos a nosotros mismos, lo cual supone una gran satisfacción. En el caso contrario, esto es, en el supuesto de no ser congruente con nuestros valores más esenciales, se produciría una situación de tensión y desasosiego, así como de pérdida de sentido.
Hoy en día, las personas vivimos inmersas en una sociedad muy competitiva en la que se valora más el tener que el ser. Todo esto nos lleva a una crisis de valores, hasta el punto de no encontrarle sentido a nuestra vida si nos despiden del trabajo, nos abandona la pareja o suspendemos un examen. Estos ejemplos tienen algo en común: permitir que nuestra felicidad dependa del exterior y no de nosotros mismos, lo cual tiene una enorme repercusión en nuestra vida.
Junto a los valores, añadiría un concepto no menos importante en relación con el sentido de nuestra vida: la responsabilidad. Cada persona es responsable de su propia felicidad y de vivir su vida con un propósito. En muchas ocasiones, nos enfrentamos a situaciones muy dolorosas que no podemos cambiar ni evitar, como puede ser la muerte de un ser querido. Pero aun en circunstancias que no dependen de nosotros, siempre tendremos la libertad última de decidir cómo nos enfrentamos y de cambiar nuestra actitud ante ello. Es cierto que nuestra libertad es limitada en el sentido de que no estamos completamente libres de condiciones, sean éstas de tipo biológico o social. Pero también es cierto que poseemos la libertad de elegir nuestra actitud ante lo que nos ocurre y el modo en el que afrontamos las circunstancias de nuestra vida. El hecho de percatarse de esta realidad y vivir acorde a ella nos produce una enorme satisfacción y sensación de control, dado que descubrimos que nuestro bienestar no depende de factores externos, sino de nosotros mismos.
La carencia de sentido, la falta de sensación de control y la desesperanza son sensaciones que están muy relacionadas entre sí y son muy frecuentes en nuestra sociedad. La terapia psicológica es un recurso muy útil en estos casos y ayuda a las personas a tomar las riendas de sus vidas. Si estás en esta situación, recuerda que ponerle fin depende única y exclusivamente de ti.
Vanesa Castellanos
Mi vida no tiene sentido
«Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.»