Cada día, recibo en mi consulta personas que llegan allí por razones muy diversas. Muchas lo hacen cansadas de lidiar con elementos molestos que impiden el desarrollo tranquilo de sus vidas. Así de simple, hay algo que evita, por alguna razón, vivir más tranquilamente. La mayoría de veces, lo primero que escucho al iniciar la terapia es: “mejor intento olvidarme de lo que me pasa, si me pongo a pensar en otra cosa ya no le doy importancia”.
Cuando escucho esta frase, intento reafirmar la idea de que es perfectamente legítimo que una persona piense así para estar mejor y dejar de sufrir. En un primer momento, incluso es positivo intentar dejar de lado aquel tema que incomoda…pero solo por un momento.
En realidad, no existe la eliminación selectiva y voluntaria de un recuerdo concreto. De hecho, todos los recuerdos, no solo los desagradables, se posicionan en la parte emocional del cerebro, son ahora emociones y asociaciones que toman forma de pensamientos o reflexiones.
Pues bien, si somos capaces de entender esto, veremos que cada vez que intentamos olvidar lo desagradable, terminaremos creando una fuerza que produce exactamente lo contrario. En lugar de borrarlo de nuestra mente, ese recuerdo desagradable se hace más fuerte.
Aquí es donde está el punto clave. Aquello que no logramos sacar de nuestra cabeza está allí por algo, y al decir esto no pretendo ser demasiado trivial, sino insistir en la necesidad de transformar aquello que nos molesta en fuerza de cambio. La presencia permanente en nuestra mente debería ser una invitación a hacer algo con ello, algo que nos permita estar y vivir mejor. No hacerlo es como dejar una herida cubierta sin haberla desinfectado antes…cubrirla y esconderla no hace nada para curarla, no evita que se ponga peor. Hay que hacer algo.
Solo piensa en toda la energía que has puesto en intentar olvidar aquello que no logras sacar de tu mente. Todo este intento de olvido voluntario y prolongado consigue normalmente una sola cosa: distraerte. Tanta atención ha desviado tu punto de mira hacia otro lado mientras tu problema sigue creciendo. Te has distraído tanto, que has cubierto el malestar bajo un trillón de cosas que, aunque en un principio pueden funcionar, siempre terminan apareciendo nuevamente.
¿Qué pasa entonces? Pues que llega un momento en que la basura bajo la alfombra ya no se puede disimular. Es entonces cuando reconoces que necesitas ayuda. Volviendo a mi consulta, escucho muchas veces esta pregunta: “¿estoy loco Ramón?”. Y la respuesta es, no, no estás loco, has estado distraído, y lo que vamos a hacer es mirar al problema frente de frente y conspirar contra él. A partir de hoy, es allí donde se concentrará tu atención.
J. Ramón Carrillo
No estas loco, estás distraído
La mayoría de veces, lo primero que escucho al iniciar la terapia es: “mejor intento olvidarme de lo que me pasa, si me pongo a pensar en otra cosa ya no le doy importancia”.