Como psicólogo, muchas veces recibo la misma pregunta: ¿por qué es tan difícil cambiar aún si sabemos que no hacerlo implica mucho daño personal? La respuesta, invariablemente, va acompañada de un “depende”. Entre mis colegas, esta palabra es nuestra favorita para relativizar, ya que aunque sabemos que cada caso es diferente y que por tanto la respuesta está subordinada a muchos factores, reconocemos que solemos encontrar un factor que se repite: el miedo.
Como respuesta natural del ser humano, el miedo cumple una función adaptativa al prevenirnos de la posibilidad de sufrir algún daño o al servir de alerta de que algo malo podría suceder. En este sentido, el miedo es algo bueno ya que nos aleja intuitivamente de algo que nos puede perjudicar.
No obstante, a pesar de la utilidad del miedo y de su importancia en nuestra supervivencia; muchas veces este puede servir más como una barrera que como una herramienta que nos ayuda a adaptarnos a situaciones diferentes. Aunque las razones para esto son sin duda complejas y variadas, intentaré fijarme en la seguridad como concepto en torno a las preguntas siguientes: ¿cómo nos sentimos seguros? ?¿cómo nos libramos de sentirnos amenazados? Aquí sin embargo, tenemos que hacer una puntualización ya que en lo que nos ocupa, las amenazas tienen un origen interno, más que obedecer a circunstancias ajenas o externas. Dichas amenazas pesan a partir de la idea de que algo nos puede hacer daño aunque nada esté pasando en realidad. Son lo que conocemos como miedos emocionales.
Los miedos emocionales son aquellos que nos hacen sentir que algún tipo de experiencia puede hacernos daño en el mismo plano. El sufrimiento es por tanto emocional y los ejemplos son varios: una ruptura, el recuerdo que nos lleva a revivir un momento difícil, la posibilidad de sentirnos rechazados, entre muchos otros. En terapia, solemos centrarnos en este tipo de miedo, así como en su naturaleza. Estos miedos suelen adoptar la forma de anticipaciones: “no voy a aprobar mi examen”, “la entrevista de trabajo no irá bien”…Y son precisamente estas predicciones las que actúan como barreras para nuestros objetivos ya que evitan que alcancemos aquello que deseamos. Entender de dónde provienen estos miedos y por qué están ahí supone toda una proeza.
Volviendo a la pregunta que hacíamos como introducción de este post, vemos que el miedo es un elemento que podría, en un gran número de casos, servirá para encontrar respuestas. El miedo a lo desconocido, el miedo al fracaso y, fundamentalmente, el miedo a sufrir son las primeras barreras para dar paso al cambio que buscamos en nuestras vidas. Esto se debe a que cambiar supone siempre una decisión personal y requiere por tanto que la propia persona valore si quiere permanecer como está o si quiere lanzarse al terreno de lo desconocido. Aquí es donde empiezan los problemas ya que lo desconocido se asocia con la idea de la inseguridad pues pierdes control sobre lo que vaya a suceder. La incertidumbre es una sensación “llena” de vacío y que puede apoderarse fácilmente de nosotros en forma de angustia.
Es por esto que solemos generar zonas de confort que generan una percepción de seguridad, pero que al final se quedan sólo en eso: una percepción. Cuando queremos cambiar algo, muchas veces esta sensación puede ser tan fuerte que preferimos quedarnos en seguros en nuestro confort, que es precisamente eso que conocemos bien, no importa si es malo o desagradable. Este acto de elegir no cambiar por miedo a lo que vendrá, es lo que provoca la resistencia al cambio.
Esta resistencia es justamente el mayor reto de los psicólogos. Nuestra tarea consiste en ayudar a encontrar alternativas a recetas antiguas y facilitar de esta forma la formulación de estrategias mentales que inviten a la persona a lanzarse a ese vacío mientras controla sus miedos. Es como dar un salto de trapecista con red, sabiendo que la red que nos espera es fuerte y segura.
¿Te atreves a saltar?
J. Ramón Carrillo
¿Por qué es tan difícil cambiar?
Como psicólogo, muchas veces recibo la misma pregunta: ¿por qué es tan difícil cambiar aún si sabemos que no hacerlo implica mucho daño personal?