Ser o estar: el diagnóstico en psicología

Permitir que el diagnóstico pase a formar parte de nuestra identidad tiene un gran riesgo, ya que podría implicar que éste se perpetúe y se vuelva crónico.

A menudo se suelen oír afirmaciones del tipo “soy depresivo”, “soy fóbico social” o “mi hijo es hiperactivo”. A simple vista, puede parecer una forma de hablar y puede carecer de importancia, pero en determinadas ocasiones este tipo de afirmaciones pueden tener serias implicaciones. Cuando hablamos de “ser” hacemos referencia al concepto de “identidad”. La identidad es el conjunto de características y rasgos que nos definen y responde a la pregunta “¿quién soy?”. Es la piedra angular en la vida de cada individuo y actúa como una brújula que guía el pensamiento, la toma de decisiones y el comportamiento. El hecho de pensar y actuar acorde a la propia identidad proporciona una sensación de tranquilidad y bienestar, ya que se está siendo coherente con uno mismo. Siguiendo este esquema, se puede intuir qué puede ocurrir si una persona piensa “soy depresivo”. Cuando el diagnóstico toma fuerza y se integra en nuestra identidad pasa a formar parte de quiénes somos. Este hecho puede traducirse en la cronicidad del mismo, dado que como he mencionado anteriormente, el ser humano necesita sentir que existe coherencia entre lo que piensa y lo que hace. El polo opuesto, la incongruencia, produce una sensación muy desagradable y nos sume en el caos. Permitir que el diagnóstico pase a formar parte de nuestra identidad tiene un gran riesgo, ya que podría implicar que éste se perpetúe y se vuelva crónico. Para evitar esta consecuencia, una posibilidad es intercambiar la idea “soy depresivo” por “estoy deprimido”. El hecho de “estar” tiene una connotación temporal, esto es, es imposible estar siempre igual. Lo temporal está sujeto al cambio, fluctúa. Por este motivo, entender el diagnóstico como un estado, como algo temporal, es el primer paso hacia el cambio. El diagnóstico es una herramienta útil para los profesionales en cuanto a que permite categorizar y diferenciar la información relevante de la irrelevante. Sirve de guía del proceso y resulta muy práctico. Además, facilita la comunicación entre los profesionales al concretar lo que en un principio resulta muy abstracto. No obstante, es fundamental considerar la idiosincrasia y la individualidad de cada persona. Se puede categorizar a dos personas como depresivas, pero no hay que olvidar el hecho de que no hay dos depresiones iguales. Las causas desencadenantes, la sintomatología y el estilo de afrontamiento forman una configuración única en cada individuo. Por este motivo, en terapia es importante conocer a la persona más allá del diagnóstico, teniendo en cuenta lo que fue y lo que podría llegar a ser en un futuro. En definitiva, los profesionales de la salud mental tenemos una enorme responsabilidad. Se ha de ser muy cauteloso a la hora de diagnosticar y de transmitir este diagnóstico a la persona en cuestión. De otra forma, el diagnóstico puede causar un enorme impacto, provocando una serie de consecuencias indeseables y perfectamente evitables. Ser o estar, ésa es la cuestión. Vanesa Castellanos

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