¿Qué es el miedo?

Miedo es aquello que conocemos más que nada en el mundo, no es lo que nos resulta desconocido. Miedo es aquello que sabemos que siempre está presente, lo olemos en todo momento pero no sabemos qué hacer para afrontarlo.

No quiero recurrir a la Wikipedia y pegar una copia de lo que significa. Eso lo pueden hacer ustedes mismos. Para mí, más importante que el significado literal es intentar describir el sentimiento que esta palabra despierta en nuestro día a día. MIE-DO. Miedo es aquello que conocemos más que nada en el mundo, no es lo que nos resulta desconocido. Miedo es aquello que sabemos que siempre está presente, lo olemos en todo momento pero no sabemos qué hacer para afrontarlo. Por ejemplo: conozco tan bien la oscuridad porque está presente todos los días de mi vida. Sin embargo, cuando llega la noche, tiemblo porque no sabría qué hacer si algo llegara a pasar. Allí es donde aparece otro aspecto del miedo, algo relacionado con la incertidumbre sobre tu integridad física o psíquica. Tienes temor a que algo te pase, algo malo, algo que te dañe y te produzca dolor y malestar. Podríamos decir por tanto que frente a una sensación de amenaza, es natural querer protegernos para no sufrir alguna desgracia. Pero entonces, ¿por qué a veces tenemos esta sensación de inseguridad todo el tiempo? Sabemos que el contexto define mucho cómo podemos sentir esa amenaza ya que obviamente no es lo mismo estar en una guerra que en tu habitación escuchando música tranquilamente. ¿Por qué entonces, a pesar de no tener razones aparentes, algunas personas viven constantemente con miedo? El resultado: la vida se convierte en una especie de batalla permanente contra el miedo, una pelea que desgasta y de la cual casi nunca se sale victorioso. Entendamos lo siguiente: la idea de estar a salvo y la percepción de seguridad son relativos porque se basan en procesos de aprendizaje mental y emocional. Esto quiere decir que el miedo es subjetivo en muchas ocasiones, salvo en contextos generalizados como una guerra o una catástrofe natural. De hecho, cuando el miedo es percibido de manera muy distinta a la forma que lo hace nuestro vecino, esto se debe a las diferencias en la forma en la que aprendimos a distinguir lo que es peligroso y, por supuesto a cómo defendernos. Unos padres muy temerosos de lo que suceda en el mundo, intentarán no solo proteger a su hijo a costa de todo, sino que al mismo tiempo le dirán que se proteja de todo, todo el tiempo. Es claro que existen muchos grados en la complejidad del miedo, algo que hace que sea inevitable la subjetividad. No obstante, me gustaría que a través de esta pincelada, también se pueda valorar que el miedo es una metáfora de nuestra condición humana. Nuestro miedo es humano porque pretende limitar la sensación del vacío y de la incertidumbre hacia lo que supone la muerte. Por tanto, no es un asunto filosófico sino mucho más concreto, el miedo es natural pero su magnificación patológica o enfermiza tiene un origen cultural. Las fobias han sido el apellido otorgado al miedo para poder “entenderlo” mejor. Sin embargo, la conceptualización no pretende mitigar totalmente el miedo exagerado, sino que de alguna manera ha podido dar una mirada al posible tratamiento. Si pensamos que las fobias son ese constante de miedo irracional, que no se puede controlar y que lleva a reacciones insospechadas, podemos entender que algo se pierde entro lo natural y lo anormal.  No obstante, no quiero necesariamente hacer hincapié en la comprensión de este tema ya que para mí es menos importante ver el miedo de la persona, y mucho más relevante tratar de entender a la persona que no sabe qué hacer con su miedo. Primero la persona y luego su miedo, en ese orden. Esto se debe a que es posible saber que el mundo que la persona construye y construyó es importantísimo para entender el origen de esa percepción de inseguridad. El miedo toma forma de la punta del iceberg, y es en realidad la expresión de alguna otra cosa que no se sabe interpretar de otra manera. Dejemos entonces que el miedo cumpla su papel, pero no que nos paralice gratuitamente. J. Ramón Carrillo

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